Diez años después
Y habías sido Decano hasta unas pocas semanas antes
Y se te venía más tranquilo y parecías feliz, otra vez
Y recuperaba la Facultad a su caballero jurídico andante
Y llegó aquel sábado veintisiete de marzo de dos mil diez
Y empezaron a llegar algunas noticias que eran, seguro, mentira
Y avanzaron las horas con un constante "no puede ser, te digo"
Y se confirma y dices "no puede ser, Dios mío" y suspiras
Y lloras y lloras y lloras, porque se fue él, se fue el amigo
Y preguntas por qué te fuiste sin avisar, por qué te fuiste así
Y por qué dejaste, qué extraño, tanta música por escuchar
Y por qué te perdiste canciones como esta, cantada por Marta Solís
Y todo "sin saberlo tú", ni nadie se lo podía imaginar
Y no vas a volver, parece ya segura tu ausencia
Y con los años se va disipando la tristeza, lo admito
Y ahí quedan las mil y una anédcotas de tu existencia
Y, sin saberlo tú, te queríamos tanto, Benito.
("En París", una canción preciosa cantada por Marta Solís, compuesta por Emilio Rosaleny y arreglada por Francis Hernández, ideal para otro contexto pero que a Benito le habría encantado, seguro)